Si somos espíritus puros y parte de un Dios omnisciente, ¿por qué fue necesario que hiciéramos este largo peregrinaje de pecados y dolores a través de la materia?
Al principio de la manifestación, Dios diferencia dentro de Sí Mismo una multitud de inteligencias espirituales potenciales, como las chispas que emite un fuego.
Esas inteligencias espirituales eran llamas o fuegos potenciales, pero no eran aún llamas porque, aunque dotadas con la omniconciencia de Dios, carecían de la conciencia de sí mismas. Siendo potencialmente omnipotentes como Dios, les fallaba el poder dinámico utilizable en cualquier momento, de acuerdo con su voluntad. Y, con objeto de que se pudieran desarrollar esas cualidades, fue indispensable que pasaran por la materia.
Por lo tanto, durante la involución, cada chispa divina fue encerrada en varios vehículos de suficiente densidad corno para cerrar el mundo a su conciencia. Entonces, el espíritu interno, no pudiendo estar más en contacto con lo externo, se vuelve y se encuentra a si mismo.
Con la conciencia de sí empieza la lucha del espíritu para libertarse de su prisión y, durante la evolución, los diversos vehículos que el espíritu posee, se espiritualizan convirtiéndose en alma.
Así que, al final de la manifestación, el espíritu no sólo habrá obtenido la conciencia de sí mismo, sino también poder anímico.
Hay cierta tendencia en muchas personas a creer que todo lo que es, es el resultado de algo anterior, no dejando así lugar alguno para algo original.
Los que estudian la vida, hablan solamente de involución y evolución. Los que estudian la forma es decir, los científicos modernos, se relacionan con la evolución solamente, pero los más adelantados de entre ellos están empezando ahora a encontrar otro factor, que han llamado epigénesis.