Independientemente de la realidad de que cada día nos trae un nuevo aprendizaje, y tanto los planetas desde el cielo como los números desde lo abstracto nos hablan de las energías que se mueven y nos mueven cada día, hay todavía en la gente un alto grado de superstición, que está generando las más diversas reacciones previas al 11 de noviembre del 2011: 11-11-11.
Como no soy ni astrólogo ni numerólogo, pero sí metafísico, quiero compartirles algo de lo que he estado observando en mi propia experiencia personal y la de algunas personas cercanas, que se ha estado moviendo en estos últimos días, y que pareciera ser el aprendizaje de la hora.
El asunto pasa por las relaciones personales. Mejores amigos, parejas, padres-hijos, todas las relaciones afectivas se están poniendo a prueba. No importa el hecho en sí, si fue una conversación en una mesa familiar, o la falta de comunicación, la decisión tomada o cómo se hicieron las cosas, da lo mismo. Por algún lado explota la bomba y pone al descubierto los sentimientos más ocultos y a veces de años y años, o incluso de otras vidas, que se escondían en la base de esa relación. Y lo primero que uno intenta desesperadamente es cambiar el hecho, volver para atrás, o salir corriendo, pero la bomba ya explotó.
Entonces, la primera actitud que uno debe tener, incluso en medio del caos externo por todo lo que está pasando, es pensar, sentir y decir: “TODO ESTÁ BIEN. Le doy gracias a Dios porque todo esto ha salido afuera. Ahora lo puedo ver y lo voy a sanar”
Ahora es cuando se pone a prueba la verdadera amistad, cuando se aprende el poder destructivo que tiene el chisme y la habladuría, y cuando se mide nuestra capacidad de perdón y el amor de verdad, el que perdura después de estas situaciones difíciles.
Uno quisiera salir corriendo y escapar de la situación, pero nadie puede resolver esto sino uno mismo, porque es nuestro aprendizaje, el efecto de nuestras acciones. Y si tomamos la decisión de acabar con la relación, sólo vamos a postergar la solución para una relación futura, y en el camino, se puede ver afectada nuestra salud. Así que es mejor resolverlo ahora mismo y no dejar pasar la oportunidad.
Una de las señales para darnos cuenta que tenemos que resolver esto sí o sí, y que no vamos a poder escapar tan fácilmente, es que a pesar de que cortemos la comunicación, en nuestra cabeza no podemos dejar de pensar en la persona y en todo lo que pasó. Y caemos en una especie de agujero negro, donde sentimos que nos queremos morir. Y nos damos cuenta entonces que no podemos irnos, que no podemos dejar a esa persona, que algo nos une y es muy fuerte. Como dice la canción de María Elena Walsh: “Porque me duele si me quedo, pero me muero si me voy, por todo y a pesar de todo, mi amor, yo quiero vivir en vos”.
La solución está en la comunicación, en el esfuerzo por comprenderse mutuamente, en el perdón y en el verdadero inegoísmo, que es cuando uno piensa en el bien del otro antes que en la conveniencia personal.
Cuando ambos se abren al diálogo y pueden expresarse, escucharse, comprenderse, todo se arregla, todo se perdona, y todo el “problema” se desvanece, como si nada hubiera pasado. Nos damos cuenta de que estuvimos sufriendo innecesariamente, y nos determinamos a cuidar esa relación en adelante, para no volver a caer en ese infierno, creado por nosotros mismos. El amor y la relación se fortalecen y vuelve a salir el sol en nuestra vida.
Ese agujero negro no es otra cosa que la separatividad, es uno separándose del otro, que es parte de la Vida, así que es uno aislándose de la Vida, y por eso uno se siente morir.
El aprendizaje es la Unidad, el saberse Uno con el otro, Uno con los otros, Uno con la Vida que es el Todo.
Los planetas, los números y la Vida misma nos están demandando en este momento a TODOS que resolvamos estas cuestiones de relación y aprendamos a hacer a un lado a nuestra personalidad egoísta y destructiva. Llegó la hora... va a haber que hacerlo sí o sí!
Y para los que les cueste más o no puedan ver algo de luz en el horizonte, María, nuestra Madre del Cielo, está más que deseosa de ayudarnos en esta cuestión, que es su especialidad. Así es que podemos empezar por dejar el asunto en sus amorosas manos, diciéndole: “En el nombre del Dios viviente que habita en mi corazón, Amada María, madre nuestra, dejo esta situación en tus manos, y te pido asistencia para poder sanar esta relación con inteligencia y verdadero amor, perdonándolo todo y pidiendo perdón por todo el daño que pueda haber causado. Gracias Amada María porque esto ya se resolvió”