Este cuarto rayo es de ascensión, purificación, iluminación y resurrección. Su poder de aceleración atómica eleva la frecuencia de vibración en toda la creación. Su maravillosa irradiación acelera los electrones de los átomos, permitiéndoles vibrar en una octava superior y sutilizar todo lo denso.
Sabemos que el bien y el mal, la oscuridad y la luz son solo conceptos de la mente humana finita. En realidad solo se trata de bajas o altas frecuencias de vibración de los átomos que componen estos diversos tipos de manifestación. Todo en la creación está compuesto por átomos, desde la materia más densa (piedras, metales, etc.) pasando por lo sutil (líquidos, gases, luz fotónica, etc.) hasta lo supra sutil (pensamientos, emociones y luz electrónica). Todo está conformado atómicamente.
Átomos densos que conforman moléculas, que a su vez manifiestan células; átomos sutiles que conforman fotones y precipitan la luz atómica; átomos supra sutiles que conforman alfegas (*) y precipitan la luz electrónica de la cual hablamos en estas líneas con sus distintos colores en los rayos del poder.
Al rayo blanco se lo denomina rayo de purificación por tener la particularidad de acelerar todas las manifestaciones densas (odio, lujuria, rencor, etc.) y cambiarlas en sutiles (amor, castidad, perdón, etc.). Esta luz realiza un verdadero trabajo de purificación, al acelerar todo lo denso en su constitución atómica y transmutarlo en sutil.
También es llamado el rayo blanco de resurrección. Esto se debe a que al acelerar la materia supra sutil con la cual está compuesta la conciencia humana, puede cambiar el concepto irreal de la muerte por la verdadera y real idea de la vida. El maestro Jesús, el Cristo, manifestó esta realidad de la resurrección en el rayo blanco, resucitando a varias personas. De esto tenemos testimonio escrito en los evangelios de la Biblia.
Hoy en día, maestros de gran luz siguen utilizando este rayo para los mismos fines. En su éxtasis místico devocional, muchos seres aplican inconscientemente esta llama de ascensión. Sus cuerpos tienden a perder peso a tal punto, que logran elevarse del suelo. La elevación de la frecuencia con que giran los electrones alrededor de sus núcleos, a través del rayo blanco, produce lo anteriormente detallado. A este fenómeno de aceleración de la materia se lo denomina levitación.
Después de haber transitado por los siete peldaños y equilibrado el karma y el dharma, el maestro Jesús utilizó este divino rayo para transfigurarse y elevarse al Padre con sus vehículos inferiores de manifestación física. Jesús, metafísico por excelencia, precipitó en el rayo blanco su transfiguración en el monte. Los apóstoles Pedro, Juan y Santiago lo ven envuelto en una luz muy blanca que ilumina todos sus rostros, junto a los maestros Elías y Moisés (ver Lucas Cap. 9 vers. 28/36, Mateo Cap. 17 vers. 1/6). El divino maestro despidiéndose de sus apóstoles hace su ascensión al Padre celestial utilizando la llama blanca en su aspecto de elevación (ver Lucas Cap. 24 vers. 50/53, Marcos Cap. 16 vers. 19/20).
El blanco es la conjunción de todos los colores de los rayos del poder. Como es arriba es abajo; como es en lo metafísico espiritual es en lo físico. De la misma manera que en el mundo de las formas, a través de un prisma se descompone la luz blanca solar y se proyecta toda su gama de colores, en el plano espiritual, la luz electrónica blanca lleva en sí todos los rayos restantes con sus respectivos atributos. Formando parte del rayo primordial se proyecta hacia la Tierra a través del arcángel Gabriel quien junto al maestro ascendido Serapis Bey guía y dirigen este rayo.
El miércoles es el día de su mayor irradiación. En el antiguo Egipto las ciencias metafísicas eran impartidas solo a grandes iniciados. En el templo de Luxor, el maestro Serapis Bey dirigía este lugar y fue uno de los primeros jefes de los serafines cuando estos descendieron a la Tierra con la misión de custodiar la llama blanca y a los primeros seres humanos. En un pequeño barco y junto a otros iluminados, el maestro salvó la llama blanca del desastre atlante, trasladándola desde la Atlántida a Egipto, avivándola con su propio cuerpo y respiración. Junto al arcángel Gabriel y sus miríadas de ángeles, llamados la Hermandad de Luxor, el maestro Serapis Bey impartió en el Templo de Luxor, el conocimiento hermético metafísico a grandes maestros iniciados tales como: Elías, Moisés, Jesús y otros muchos más. Las pirámides (maravillas arquitectónicas) servían como verdaderos templos donde los hierofantes (sacerdotes egipcios de iniciación solar) daban el conocimiento de la resurrección en el rayo blanco a quienes atravesaban triunfantes todas las pruebas que les eran asignadas. Ya la ciencia desechará las antiguas creencias de que estas pirámides eran tumbas y cuando se puedan descifrar los jeroglíficos y criptogramas en su aspecto espiritual, todo ese conocimiento metafísico será revelado a la humanidad.
(*) alfegas: dos palabras fundidas en una: Alfa y Omega. PRINCIPIO Y FIN DE TODA MANIFESTACIÓN.
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