Si algo beneficioso debemos aprender, es que en la vida no hay nada a qué temerle, y mucho menos a Dios o a un Maestro. Uno no debe creer en un supuesto Dios o Maestro, ni temerle a sus castigos, porque mande a un infierno, sino por Amor a Él.
A Dios no se lo puede respetar ni irrespetar; decir algo relacionado con esto es ilusión de la mente. Si supuestamente lo irrespetas, eso no le llega, no pasa nada; y si lo respetas, tampoco. Dios es la Energía amante y perdonadora, que por medio de nuestra conciencia nos permite encarar la vida y la desencamacíón sin ningún tipo de temor.
A Dios como Principio Vital, no hay ningún motivo para temerle, porque es Amor y solo por amor participamos de Su Radiación. Por nada del mundo hemos de temerle, para reverenciar su autoridad u obedecer sus mandamientos.
Viene a colación el maravilloso y perfecto soneto en lengua castellana de origen renacentista y de autor desconocido.
SONETO
No me mueve, mi Dios, para quererte
el cielo que me tienes prometido,
ni me mueve el infierno tan temido
para dejar por eso de ofenderte.
Tú me mueves, Señor, muéveme el verte
clavado en una cruz y escarnecido,
muéveme ver tu cuerpo tan herido,
muévenme tus afrentas y tu muerte.
Muéveme, en fin, tu amor, y en tal manera,
que aunque no hubiera cielo, yo te amara,
y aunque no hubiera infierno, te temiera.
No me tienes que dar porque te quiera,
pues aunque lo que espero no esperara,
lo mismo que te quiero te quisiera.
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