HÁGASE
TU VOLUNTAD, ASÍ EN LA TIERRA COMO EN EL CIELO
La
Voluntad de Dios para nosotros siempre es el bien.
Que se cumpla la “Voluntad
de Dios” en la tierra significa que se manifieste en el plano físico: nuestros
trabajos, hogares, el cuerpo y todo lo externo.
Cuando en el Padre Nuestro dice
“el Cielo”, se refiere a un estado de conciencia interno de completa felicidad
y perfección, que es nuestro verdadero hogar espiritual.
Todos tenemos derecho
a vivir en el Cielo.
Esta
frase del Padre Nuestro se corresponde con el Plano Búddhico, que es un Plano
Superior de la Divinidad donde todas las conciencias se vuelven una; aquí no
existen limitaciones ni separatividad.
Somos uno con Dios.
Nuestra conciencia
individual es una con toda la humanidad.
Todos los seres humanos nos vemos y
sentimos una unidad.
Es un Plano de suprema sabiduría, y como la misma palabra
lo dice, “Buddhico” proviene del término “Buddhi”, que quiere decir
Iluminación.
Dar una descripción de este plano de tan alta vibración es casi
imposible.
La
Voluntad de Dios para nosotros solamente es el Bien, el “Plan Divino de
Perfección”, el “Concepto Inmaculado”; jamás es el sufrimiento, la desgracia,
la enfermedad, la pobreza, el no tener.
Esas negatividades no son castigo de
Dios; son la devolución del mal que hemos generado por Ley de Karma.
Así que
pedir que se haga la Voluntad de Dios es vivir en perfección y requiere la
rendición de nuestra voluntad humana, que es la entrega del “libre albedrío” a
la “Voluntad de Dios”, haciendo únicamente lo que Dios nos enseña, por medio
del cumplimiento de los Siete Principios Universales y los Siete Aspectos de Dios.
Esta
entrega de la voluntad personal para permitir el fluir de la Divinidad, requiere
del vacío del “yo inferior”, que se vuelva una “nonada”, para que pueda existir
la totalidad de lo Divino.
Aceptar la “Voluntad de Dios” es el final de la
voluntad personal, dejar de estar llevando las riendas de la vida y
entregárselo todo a Dios.
De ahora en adelante, nos vamos a quedar en el
silencio de reclamos y requerimientos del pequeño “yo”; invocaremos la “Voluntad
Divina” y haremos silencio.
Cuando Jesús estaba en su Crucificción y la
barahúnda del mundo le gritaba, Él, desde la cruz, hacía silencio y entrega de
su Voluntad a Dios.
El Plan Divino es que
el Reino de Dios se establezca en la Tierra, en el mundo de las apariencias
físicas.
Libro:
“PADRE NUESTRO” METAFÍSICA; de Rubén Cedeño.
Editorial
Manifestación & Editorial Señora Porteña.
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