CORRECCIONES
Uno necesita tener valor,
perder la vergüenza y aguantar las malas críticas para poder vivir corrigiendo
y lograr, de ese modo, que la gente viva mejor; esa actitud se puede
desarrollar o pedir.
Cada vez que uno corrige
a alguien en una clase, después, en la noche, en la soledad del cuarto, uno se
arrepiente horriblemente de lo que dijo, y piensa: “A lo mejor no debería
haberlo dicho”, “cómo es posible que haga eso”, “me da lástima el que corregí”.
Pero hay que tener valor
para seguir haciéndolo.
Porque si permitimos que
en los grupos reine la traición, el desorden, la ignorancia, la incultura y la
mala educación, se acaba todo.
Hay facilitadores que,
reflexionando, se arrepienten de las correcciones y los regaños, pero no los
hacen por maldad.
A veces, mucha gente
felicita a un facilitador por su actividad y dice que fue maravillosa, pero él
no lo ve así, piensa que fue un horror porque tuvo que corregir mucho;
lo que
le apetece es no corregir ni regañar a nadie.
Pero hay que pedir valor
para hacerlo, es la única manera de formar a la gente.
Libro:
“Compasión Infinita”, de Rubén
Cedeño.
Grupo Editorial
Metafísica & Editorial Señora Porteña.
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