PERDONA NUESTRAS OFENSAS, ASÍ COMO
NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN
En esta parte del Padre Nuestro nos ubicamos en el
Pilar de Fuego Violeta que rodea a la personalidad.
Aquí se pone de manifiesto
el fragmento del Padre Nuestro que atañe al Cuerpo y al Plano de los
sentimientos, o Astral, que es el plano de las emociones, porque allí se
encuentra el origen de los sentimientos y actitudes de perdón.
“Astral” quiere decir “aquello que tiene relación con los astros”.
“Astral” quiere decir “aquello que tiene relación con los astros”.
El plano Astral recibe este
nombre debido a que los astros son tan cambiantes como la naturaleza emocional;
también, a causa de un tipo de luminosidad existente en él, como la emanada por
los astros al atardecer.
Es el Plano que impele a la acción.
Uno se mueve
porque tiene deseos de hacerlo.
Las piedras no se mueven ni caminan porque no
tienen Cuerpo Astral.
Hay que realizar el Perdón, no importa cuánto
cueste.
Tenemos que perdonar a quien nos abandonó y nos dejó llorando, también
a ese que puso en boca de todos nuestros secretos y vida íntima para
avergonzarnos, a aquel que se robó el evento, a la que nos copió el traje o el
libro y lo plagió, al que dañó nuestro automóvil o la máquina, al que no quería
cancelarnos el sueldo o lo que nos debían, a la que agarró los reales, al que
nos acusó de ser comerciantes cuando lo estábamos regalando todo.
Para esto es
necesario recurrir al uso del Fuego
Violeta.
Solamente perdonando a los demás es que Dios nos va
a perdonar nuestras faltas, que por orgullo no reconocemos.
Sólo si perdonamos,
seremos perdonados, si no, no.
Si
decidimos no perdonar, no seremos perdonados por Dios, y será inútil que le
supliquemos.
Tal vez la primera parte, “Perdona
nuestras ofensas”, nos guste
muchísimo, pero que nos perdonen “así como nosotros perdonamos a los que
nos ofenden”, sea difícil.
Hay que perdonar, cueste lo que cueste.
Así como
perdonamos, debemos bajarnos del “pódium del orgullo personal” y tener
suficiente humildad como para pedir perdón por todas nuestras faltas.
Uno no pide perdón por egotismo, orgullo, altivez, sobrepreciarse, creerse más que los demás.
No hay nada de oprobioso en pedir perdón.
Nuestras almas se engrandecen cuando pedimos perdón; nos liberamos de toneladas de culpabilidad.
“Perdonar y ser perdonados es divino”.
Jesús es el Gran Señor del Perdón.
Uno no pide perdón por egotismo, orgullo, altivez, sobrepreciarse, creerse más que los demás.
No hay nada de oprobioso en pedir perdón.
Nuestras almas se engrandecen cuando pedimos perdón; nos liberamos de toneladas de culpabilidad.
“Perdonar y ser perdonados es divino”.
Jesús es el Gran Señor del Perdón.
Rubén Cedeño ; “PADRE NUESTRO, METAFÍSICA”
Edit. Manifestación &
Edit. Señora Porteña
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