Jamás nos sintamos grandes, superiores o importantes por nada, ni por la escuela espiritual en que estamos, la religión que profesamos, el puesto que ocupamos, el cargo que desempeñamos, el apellido que portamos, la ciudad donde vivimos, el país donde nacimos, la raza a la que pertenecemos.
Nos sentimos grandes porque consideramos a los demás menos que nosotros, y esto es agresión, falta de humildad.
No agredamos con nuestro orgullo a ninguna persona o cosa, aunque tengamos justificadas razones.
La base de la humildad es ser inofensivos.
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