Por Sebastián Wernicke
Lo que importa no es el otro ni tu relación con el otro, sino lo que a ti te pasa, qué sentimientos vas a elegir nutrir para que se fortalezcan y cuáles vas a desterrar de tu vida para que no te destruyan.
Revisa que no haya en ti ningún sentimiento de separatividad, soberbia, orgullo, autosuficiencia, impaciencia, intolerancia, prepotencia, frialdad, condena, superioridad, arrogancia, temor, ambición, celos, envidia, irritabilidad, enojo, resentimiento, odio. Revísalos de nuevo, uno por uno, no los leas como quién lee una carta, detente en cada uno de estos sentimientos destructivos para ver hasta dónde han echado raíces en tu personalidad. Si los ves, no los condenes, no los juzgues, no te sientas mal, simplemente diles:
¡TÚ NO TIENES PODER! ¡FUERA DE AQUÍ! ¡TE BORRO!
Y reemplázalos por la Cualidad Divina que esté faltando, por ejemplo:
“YO SOY UN HUMILDE SERVIDOR”
Si una persona o un grupo humano mueven en ti alguno de estos sentimientos, mayor es la razón para estar con él o para estar en el grupo.
Y si te vas de ahí, la vida te llevará indefectiblemente a otro grupo que te dé una nueva oportunidad de verte como en un espejo.
Nadie puede escapar de sí mismo. Ésta es la oportunidad de tu vida. No la dejes pasar...
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