Gubbio, ciudad donde
Francisco encontró el lobo…
En
la ciudad de Gubbio, entre Assisi y el Monte La Verna, había un lobo que era el
azote del pueblo.
Francesco le predicó la Enseñanza Espiritual de ser
inofensivo, solo irradiar bendiciones, el lobo se amansó y nunca más atacó a
nadie.
Como
Francisco con el Lobo de Gubbio, tenemos que hacer nosotros con todos los lobos
internos que tenemos en nuestra vida, y los lobos externos, que son las
personas que nos atacan.
El lobo –tanto interno como externo- es la
agresividad, el rechazo, el odio a la
gente, el inculpar a inocentes, el hacer imágenes mentales falsas de los
facilitadores, grupos y personas.
El
uso de la oración, la Ley del Perdón, el Amor Divino, la meditación y la
observación de la Verdad, amansan todo lobo, sea este interno o externo.
Francisco
le hizo este decreto al lobo:
“Hermano
lobo, en nombre del Cristo, te prohíbo que en adelante hagas daño a nadie”.
Se
puede usar este decreto para no dañar a nadie y que ninguna persona haga daño
con palabras, rechazos y actitudes.
En Gubbio existe una pequeña iglesia,
llamada “Vittorina”, que conmemora el sitio donde nuestro Facilitador Mayor
amansó al lobo, y también hay una linda estatua que recuerda el hecho, que
muestra a Francisco tomando de las manos al animal.
Subiendo
una escarpada calle dentro de las murallas del pueblo de Gubbio, se encuentra
la pequeñísima iglesia de San Francisco de la Paz, donde se hallaron los restos
del lobo.
Uno todavía puede ver la tapa del pequeño sarcófago que guardaba sus
restos.
Los animales son
sensibles a las Enseñanzas Espirituales, nunca las rechazan.
En New York,
teníamos un local en el techo de un edificio, y cuando Dios me permitía
comenzar las clases de Metafísica, comenzaban a llegar los gatos, se sentaban
silenciosamente frente a uno y se portaban mejor que la gente.
Cuando terminaba
la clase, se retiraban en silencio.
Del libro:“Francisco”, de Rubén Cedeño; pág. 48 a 50. –Edición Conjunta:
EDITORIAL MANIFESTACIÓN & EDITORIAL SEÑORA PORTEÑA.
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