miércoles, 19 de septiembre de 2012

"No juzguéis, para que no seáis juzgados;



JUICIO

     Jesús nos recomienda: 

"No juzguéis, para que no seáis juzgados; no condenéis y no seréis condenados, perdonad y seréis perdonados. Porque con el juicio con que juzguéis, seréis juzgados".

     Si nos juzgan y condenan, es porque juzgamos y condenamos. 

Los que juzgan a los buenos son los malos. Los malos no son juzgados por los otros malos, por lo mismo que son todos malos y se apoyan, ni por los buenos, por lo mismo que son buenos.

     Jesús nos interroga:

"¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano, y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?".

Generalmente, somos peores o estamos en condiciones más detestables que la persona a la que juzgamos. 

Si decimos que alguien es inmoral, orgulloso, vanidoso, prepotente o autosuficiente, nosotros somos peores por el solo hecho de juzgar. Peor que todo lo criticado es nuestro juicio. 

Jesús exhorta:

"¡Hipócrita! Saca primero la viga de tu propio ojo y entonces verás bien para sacar la paja del ojo de tu hermano". 

Corrijamos primero nuestros defectos, y después ayudemos a corregir los defectos en los demás con amor.

     Jesús dice claramente:

"No he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al mundo". 

Si Jesús actúa así, nosotros, como cristianos, tenemos que hacer lo mismo: no juzgar, sino salvar.

     Jesús es todavía más tolerante al aclarar:

"Al que oye mis palabras y no las guarda, yo no lo juzgo".

Si el propio Jesús se exime de juzgar al que no sigue sus Enseñanzas, nosotros no podemos, siendo cristianos, criticar a alguien que no sigue las enseñanzas de Jesús, de alguno de los Maestros Ascendidos y no acepta nuestras creencias. 

Al juzgar, estamos haciendo peor que el que no guarda las Enseñanzas de los Maestros.

 Jesús expresó: 

"No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al arrepentimiento". 

"Id antes a las ovejas perdidas de la casa de Israel".

 "Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los enfermos". 

Si a alguien no le gusta tratar con personas que tengan apariencias de problemas en la personalidad, ese individuo no está en una verdadera activación de su Cristo Interior.

     "Porque Dios hace salir su sol sobre malos y buenos, llover sobre justos e injustos". 

Así que si Dios hace eso, tú, que eres su hijo, tienes que hacer lo mismo, porque todo hijo es hechura de su padre y se le asemeja. 

El sol sale para los ladrones, drogadictos, gays, traidores, desgraciados, brujas, plagiadores, mentirosos, corruptos, gobernadores, vecinos, egoístas, millonarios, indios, negros, chinos, cubanos, judíos, metafísicos, cristianos, musulmanes, teósofos, rosacruces, herméticos, para todo el mundo; de igual modo, tú también tienes que salir al encuentro amoroso de todos ellos, y hacer como el sol, que da su luz a todas las criaturas sin discriminación.

     "Pero yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga".

Uno no debe estar juzgando a la gente porque practica otra religión, pertenece a un grupo espiritual diferente o tiene distintas ideas.

     Uno ve reflejado en los demás, lo que uno mismo es. 

Juzgar es emitir un juicio sobre alguien, una situación o cosa, haciéndole una imagen mental, cliché o etiqueta, que generalmente no es la VERDAD, sino una idea muy personal que nos hacemos del asunto a nuestra conveniencia, muchas veces por envidia, celos competencia y complejos que tenemos.

     La causa de que juzguemos es que nos creemos superiores a los demás, pensamos que nuestra religión es la única verdadera, que nuestra nacionalidad es más importante que la de otros, que nuestro grupo espiritual tiene la razón, que nuestra clase social es más exquisita. 

Esto es el recubrimiento de un orgullo que nos está matando, es agresividad y, por consecuencia, falta de Amor. Esta falta de amor termina ocasionándonos enfermedades, problemas y hasta la ruina personal.

     El comienzo del camino que conduce al cielo y a la santidad, es no juzgar ni calificar; veamos lo que veamos, oigamos lo que oigamos, digan lo que digan, no respondamos, no nos apresuremos a defendernos.

     Es común encontrar a personas que se dicen espirituales y están condenando los actos de otros que también tratan de realizar lo mismo; no se dan cuenta de que niegan su espiritualidad cuando mueven sus dedos para escribir contra alguien o retuercen su lengua para condenar a su hermano que, en otra dirección, está tratando de hacer algo por los demás.

     No hay nada que nos caiga peor que ser juzgados, que alguien diga de nosotros algo desfavorable; eso nos altera, nos da rabia, no nos deja dormir, provoca diversas reacciones en palabras y acciones, muchas veces groseras y dañinas. Pero, ¿por qué somos juzgados? 

Los defectos que vemos en los demás son los que nosotros mismos tenemos. 

Así que no hay forma más evidente de delatar cómo somos y decirle a los demás nuestras debilidades, que escribiendo o hablando contra alguien, juzgando.

     La verdadera caridad cristiana es estar entre los que necesitan ayuda, prestándoles servicio; y las más necesitadas, son aquellas personas a las que condenamos.

     Estas Enseñanzas están dedicadas especialmente a esos seres que son juzgados por aquellos que se creen perfectos y no lo son.

     El juicio viene cuando nos damos cuenta de algo y juzgamos aquello. 

Debemos cuidarnos mucho en esto, ya que a veces nos creemos superiores a alguien en alguna cosa, con derecho a estar corrigiéndolo, y esto encubre un orgullo fatalista que nos puede hundir en el más profundo abismo de creernos jueces de los demás.


Del Libro JESÚS (pág. 120-123) - Autor: RUBÉN CEDEÑO-Edición conjunta: ED. MANIFESTACIÓN DEL GRUPO METAF. DE CARACAS SEDE CENTRAL & EDITORIAL SEÑORA PORTEÑA

No hay comentarios:

Publicar un comentario