JUICIO
Jesús nos
recomienda:
"No juzguéis, para que no seáis juzgados; no condenéis y no
seréis condenados, perdonad y seréis perdonados. Porque con el juicio con que
juzguéis, seréis juzgados".
Si nos
juzgan y condenan, es porque juzgamos y condenamos.
Los que juzgan a los buenos
son los malos. Los malos no son juzgados por los otros malos, por lo mismo que
son todos malos y se apoyan, ni por los buenos, por lo mismo que son buenos.
Jesús nos
interroga:
"¿Y por qué miras la paja que está en el ojo de tu hermano,
y no echas de ver la viga que está en tu propio ojo?".
Generalmente,
somos peores o estamos en condiciones más detestables que la persona a la que
juzgamos.
Si decimos que alguien es inmoral, orgulloso, vanidoso, prepotente o
autosuficiente, nosotros somos peores por el solo hecho de juzgar. Peor que
todo lo criticado es nuestro juicio.
Jesús exhorta:
"¡Hipócrita! Saca
primero la viga de tu propio ojo y entonces verás bien para sacar la paja del ojo
de tu hermano".
Corrijamos primero nuestros defectos, y después
ayudemos a corregir los defectos en los demás con amor.
Jesús dice
claramente:
"No he venido a juzgar al mundo, sino a salvar al
mundo".
Si Jesús actúa así, nosotros, como cristianos, tenemos que
hacer lo mismo: no juzgar, sino salvar.
Jesús es
todavía más tolerante al aclarar:
"Al que oye mis palabras y no las
guarda, yo no lo juzgo".
Si el propio Jesús se exime de juzgar al que
no sigue sus Enseñanzas, nosotros no podemos, siendo cristianos, criticar a
alguien que no sigue las enseñanzas de Jesús, de alguno de los Maestros
Ascendidos y no acepta nuestras creencias.
Al juzgar, estamos haciendo peor que
el que no guarda las Enseñanzas de los Maestros.
Jesús
expresó:
"No he venido a llamar a justos, sino a pecadores al
arrepentimiento".
"Id antes a las ovejas perdidas de la casa de
Israel".
"Los que están sanos no tienen necesidad de médico, sino los
enfermos".
Si a alguien no le gusta tratar con personas que tengan
apariencias de problemas en la personalidad, ese individuo no está en una
verdadera activación de su Cristo Interior.
"Porque
Dios hace salir su sol sobre malos y buenos, llover sobre justos e
injustos".
Así que si Dios hace eso, tú, que eres su hijo, tienes que
hacer lo mismo, porque todo hijo es hechura de su padre y se le asemeja.
El sol
sale para los ladrones, drogadictos, gays, traidores, desgraciados, brujas,
plagiadores, mentirosos, corruptos, gobernadores, vecinos, egoístas,
millonarios, indios, negros, chinos, cubanos, judíos, metafísicos, cristianos,
musulmanes, teósofos, rosacruces, herméticos, para todo el mundo; de igual
modo, tú también tienes que salir al encuentro amoroso de todos ellos, y hacer
como el sol, que da su luz a todas las criaturas sin discriminación.
"Pero
yo no busco mi gloria; hay quien la busca y juzga".
Uno no debe estar juzgando a la gente porque practica
otra religión, pertenece a un grupo espiritual diferente o tiene distintas
ideas.
Uno ve
reflejado en los demás, lo que uno mismo es.
Juzgar es emitir un juicio sobre
alguien, una situación o cosa, haciéndole una imagen mental, cliché o etiqueta,
que generalmente no es la VERDAD, sino una idea muy personal que nos hacemos
del asunto a nuestra conveniencia, muchas veces por envidia, celos competencia
y complejos que tenemos.
La causa de
que juzguemos es que nos creemos superiores a los demás, pensamos que nuestra
religión es la única verdadera, que nuestra nacionalidad es más importante que
la de otros, que nuestro grupo espiritual tiene la razón, que nuestra clase
social es más exquisita.
Esto es el recubrimiento de un orgullo que nos está
matando, es agresividad y, por consecuencia, falta de Amor. Esta falta de amor
termina ocasionándonos enfermedades, problemas y hasta la ruina personal.
El comienzo
del camino que conduce al cielo y a la santidad, es no juzgar ni calificar;
veamos lo que veamos, oigamos lo que oigamos, digan lo que digan, no
respondamos, no nos apresuremos a defendernos.
Es común
encontrar a personas que se dicen espirituales y están condenando los actos de
otros que también tratan de realizar lo mismo; no se dan cuenta de que niegan
su espiritualidad cuando mueven sus dedos para escribir contra alguien o
retuercen su lengua para condenar a su hermano que, en otra dirección, está
tratando de hacer algo por los demás.
No hay nada
que nos caiga peor que ser juzgados, que alguien diga de nosotros algo
desfavorable; eso nos altera, nos da rabia, no nos deja dormir, provoca
diversas reacciones en palabras y acciones, muchas veces groseras y dañinas.
Pero, ¿por qué somos juzgados?
Los defectos que vemos en los demás son los
que nosotros mismos tenemos.
Así que no hay forma más evidente de delatar
cómo somos y decirle a los demás nuestras debilidades, que escribiendo o
hablando contra alguien, juzgando.
La
verdadera caridad cristiana es estar entre los que necesitan ayuda,
prestándoles servicio; y las más necesitadas, son aquellas personas a las que
condenamos.
Estas
Enseñanzas están dedicadas especialmente a esos seres que son juzgados por
aquellos que se creen perfectos y no lo son.
El juicio
viene cuando nos damos cuenta de algo y juzgamos aquello.
Debemos cuidarnos
mucho en esto, ya que a veces nos creemos superiores a alguien en alguna cosa,
con derecho a estar corrigiéndolo, y esto encubre un orgullo fatalista que nos
puede hundir en el más profundo abismo de creernos jueces de los demás.
Del Libro JESÚS (pág. 120-123) - Autor: RUBÉN CEDEÑO-Edición conjunta: ED.
MANIFESTACIÓN DEL GRUPO METAF. DE CARACAS SEDE CENTRAL & EDITORIAL SEÑORA
PORTEÑA
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