FRACASO - subió a Face Edgardo Rodolfo Musi
Los fracasos, donde los hubo, no es necesario que se repitan, porque el amor grupal puede neutralizarlos;
las flaquezas de la personalidad, errores y defectos, se pasan por alto
y se olvidan en la urgencia de la necesidad humana
y no penetran en el ashrama.
Les pido que recuerden esto y con corazón humilde persistan en sus esfuerzos, amen a toda la humanidad y sigan su camino.
Los discípulos aspirantes son mucho más conscientes de los defectos y atributos de la personalidad de los demás, que los discípulos más avanzados en los ashramas.
El discípulo avanzado puede ser, y lo es, bien consciente de los defectos, fallas y cualidades indeseables de aquellos con quienes está asociado, pero su tendencia mental a la crítica no es el factor determinante, como sucede en la mayoría de los menos evolucionados.
Los condiciona mucho más la aspiración, el esfuerzo y la intención fija, que el aspecto de la personalidad.
Mide el aferramiento del Alma sobre el yo inferior, principalmente desde el aspecto de la estabilidad de ese aferramiento; trata al aspirante, por lo tanto, de acuerdo a ese reconocimiento, pero no lo hace analizando su falta de desarrollo.
Esto es algo de gran importancia, porque así lo hacen los Maestros cuando eligen y entrenan a un grupo para la iniciación.
El Maestro no se ocupa de los defectos temporarios sino del aferramiento y de la intención del Alma y de cómo responde habitualmente el aspirante a la energía del Alma, cuando esa energía es aplicada.
Los Maestros piensan en términos de ciclos y no en términos de una vida individual; como ustedes no pueden hacerlo, excepto teóricamente, no les es posible comprenderlo.
Observo, por ejemplo, la experiencia, los fracasos y las realizaciones de los discípulos de mi Ashrama, en términos de ciclos de mil años.
Lo que pueden haber realizado en esta vida, a menos que sea de destacada significación, con toda probabilidad será totalmente desconocido para mí; si quiero, puedo saberlo y lo hago en esos casos en que los resultados de alguna actividad tienen repercusiones sobre mi Ashrama, o sobre una gran parte del grupo de discípulos.
Permítanme exponerlo así: no observo el mezquino egoísmo, las pequeñas y tontas vanidades y la inestabilidad que los perturba, las palabras despiadadas que pueden pronunciarse sobre los demás y el hecho de no amar o poner un erróneo énfasis en la vida diaria, y tampoco lo hace Maestro alguno.
Son asuntos de su propia Alma; los resultados afectan a su familia, amigos o grupo comunitario, y no nos incumben.
Sin embargo son cosas que las ven en los demás y afectan su juicio, evocan simpatía o antipatía, alabanzas o acusaciones, pero - como individuos - los coloca inevitablemente en el banquillo de los acusados.
Ningún Maestro se erige en juez.
Cuando Cristo dijo: “No juzguéis y no seréis juzgados”, indicó un estado mental donde la mente y la comprensión controlan de tal modo, que el aspirante no halaga ni culpa; debido a esta actitud general en el acercamiento mental hacia las personas, entonces es libre para convertirse en miembro definitivo de un Ashrama.
El Maestro no ve u observa los pequeños fracasos, los momentos de angustia o perturbación, las fricciones de la personalidad, que (desde el ángulo del discípulo observador) parecen empañar la visión.
Durante los intervalos - espaciados al principio, pero más frecuentes cuando el servicio adquiere mayor importancia- el Maestro es consciente del progreso general alcanzado, del desarrollo de la estructura que erige el discípulo para servir y de la amplitud de su luz en el mundo.
A menudo nos divierte comprobar que algunos discípulos (particularmente los entrenados en los primitivos grupos donde predominaba la personalidad) creen que los Maestros se entrometen en sus vidas diarias, conocen sus pequeños defectos e ínfimos fracasos y saben todo lo que piensan y hacen.
Nos preguntamos a veces si ustedes creen que los Maestros tenemos tiempo para ocuparnos de los hábitos mentales, actos y palabras que el discípulo va superando rápidamente.
A nosotros llega y nos interesa únicamente el bien que hace un individuo.
Observará que no me preocupo de sus errores o fracasos.
Son inevitables y relativamente sin importancia; un discípulo en su etapa de desarrollo es siempre consciente de ellos y se puede confiar en que dará los pasos necesarios para corregirlos.
Fracasó, hermano mío. ¿Por qué continuar año tras año abrumado por el fracaso, con la mirada fija en el fracasado yo inferior?
Todos han fracasado y fracasarán en alguna línea.
A veces les sucede a los Maestros cuando hacen el primer intento de recibir una de las iniciaciones superiores, y desde el ángulo jerárquico eso no significa fracasar.
Al fracaso casi no se lo reconoce como tal, sino que se hace el esfuerzo para buscar la causa del fracaso.
Sólo un pensamiento le daré para que lo repita, siempre que se sienta desalentado, cansado o débil:
“En el centro de todo amor yo permanezco
y nada puede llegarme aquí,
y desde ese centro me exteriorizaré para amar y servir”.
Maestro Djwal Khul
Extraído del libro: "SIRVIENDO A LA HUMANIDAD" (Alice Bailey).
Extraído del libro: "SIRVIENDO A LA HUMANIDAD" (Alice Bailey).
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