sábado, 13 de septiembre de 2014

PERDONAR Y SER PERDONADOS ES DIVINO


PERDONA NUESTRAS OFENSAS, ASÍ COMO NOSOTROS PERDONAMOS A LOS QUE NOS OFENDEN


En esta parte del Padre Nuestro nos ubicamos en el Pilar de Fuego Violeta que rodea a la personalidad. 

Aquí se pone de manifiesto el fragmento del Padre Nuestro que atañe al Cuerpo y al Plano de los sentimientos, o Astral, que es el plano de las emociones, porque allí se encuentra el origen de los sentimientos y actitudes de perdón. 

“Astral” quiere decir “aquello que tiene relación con los astros”. 

El plano Astral recibe este nombre debido a que los astros son tan cambiantes como la naturaleza emocional; también, a causa de un tipo de luminosidad existente en él, como la emanada por los astros al atardecer. 

Es el Plano que impele a la acción. 

Uno se mueve porque tiene deseos de hacerlo. 

Las piedras no se mueven ni caminan porque no tienen Cuerpo Astral.

Hay que realizar el Perdón, no importa cuánto cueste. 

Tenemos que perdonar a quien nos abandonó y nos dejó llorando, también a ese que puso en boca de todos nuestros secretos y vida íntima para avergonzarnos, a aquel que se robó el evento, a la que nos copió el traje o el libro y lo plagió, al que dañó nuestro automóvil o la máquina, al que no quería cancelarnos el sueldo o lo que nos debían, a la que agarró los reales, al que nos acusó de ser comerciantes cuando lo estábamos regalando todo. 

Para esto es necesario recurrir al uso del Fuego Violeta.

Solamente perdonando a los demás es que Dios nos va a perdonar nuestras faltas, que por orgullo no reconocemos. 

Sólo si perdonamos, seremos perdonados, si no, no. 

Si decidimos no perdonar, no seremos perdonados por Dios, y será inútil que le supliquemos

Tal vez la primera parte, “Perdona nuestras ofensas”, nos guste muchísimo, pero  que nos perdonen “así como nosotros perdonamos a los que nos ofenden”, sea difícil. 

Hay que perdonar, cueste lo que cueste. 

Así como perdonamos, debemos bajarnos del “pódium del orgullo personal” y tener suficiente humildad como para pedir perdón por todas nuestras faltas. 

Uno no pide perdón por egotismo, orgullo, altivez, sobrepreciarse, creerse más que los demás. 

No hay nada de oprobioso en pedir perdón. 

Nuestras almas se engrandecen cuando pedimos perdón; nos liberamos de toneladas de culpabilidad. 

“Perdonar  y ser perdonados es divino”. 

Jesús es el  Gran Señor del Perdón.

 Rubén Cedeño ; “PADRE NUESTRO, METAFÍSICA”
Edit. Manifestación & Edit. Señora Porteña


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